16.11.12


“Parecen eternos, dijo tras una hora de contemplar los volcanes en silencio. Son lo más cercano a la eternidad que conocemos. Ni tus lagrimas van a durar tanto”, dijo Prudencia. “Ni mis lagrimas - Isabel había dejado de llorar- Espero que ningún desamor sea tan largo. Pero mi breve paso por el cielo, ese sí que duró tantísimo. Tengo a estos volcanes de testigos. Ninguna eternidad como la mía. Y es con esta última frase como titula su relato Ángeles Mastretta, una de las coces femeninas más fuertes  de la narrativa mexicana, autora de “Arráncame la vida”, llevada al cine por Roberto Sneider.

Haber amado es haber vivido de verdad, como ella amó a Javier Corzas, con intensidad pura, pero aun esa eternidad en la que Isabel creía que se había instalado, termina. Prosa convulsa, metáforas que van al ritmo del baile, pasión de la protagonista. Es una danza continua el recorrido por estas pocas y bellas páginas, editadas en Temas al Margen, de Temas Editorial, Argentina. Se lee en un suspiro. No tiene parangón en la prosa española. La fuerza de la palaba y de la imagen en esta escritora nacida en Puebla y a la Juan Rulfo le animó a escribir. Uno entiende por qué le hizo esta recomendación. Para Ángeles escribir es respirar y lo hace en estilo puro, con preciosismo. Un vendaval de sentimientos…Mirad cómo empieza. Nada más que en la primera fase, ya uno se mete los olores por la nariz, como en el resto del relato: “Isabel Arango creció intensa y desatada como el olor del café”

15.11.12

Julián Barnes. "El sentido de un final". Anagrama. 2012. Premio Man Booker.


Al escritor  Julián Barnes (Leicester, 1946) le vienen inquietando las cuestiones que suelen inquietar a quienes cruzan el umbral de los 50. Son los temas como la muerte ( abordado en “Nada que temer”), o el amor que irrumpe a una edad madura y llega como un vendaval que pone todo patas arriba ( Antes de conocernos” ), el triángulo amoroso “ Hablando del asunto”) y otras de sus novelas, once en total, todas en Anagrama. Solo he leído estas que os digo.  Ahora toca el tema de la memoria en su nueva novela, recién publicada por, Anagrama. “El sentido de un final”, galardonada con el premio Man Booker, que ha destacado a grandes escritores de habla inglesa desde que comenzó en 1969.  La he leído estos días y no se hace pesado, aunque quienes quieren historias no insinuadas, sino excesivamente explicadas, quedarán defraudados. esta es una historia de grandes sentimientos en los que el lector entra y empieza a seguir los guiños de la sugerencia. Hay momentos en los que el retrato piscológico es tal que la identificación con el lector y sus sentimientos ocultos, puede ser un arma que engancha

Es una novela sobre la memoria, los ajustes con el pasado, en sentido de toda una vida vista desde la atalaya de la vejez. Una vida recordada y un remordimiento que aflora cuando llega a manos del protagonista, cuarenta años después, una carta que nunca debería de haber escrito. Remordimiento significa volver a morder. La memoria en clave de remordimiento es capaz de poner patas arriba el sentido de toda una vida. “Todos sufrimos algún daño, de uno u otro modo… Algunos admiten el daño y tratan de mitigarlo; algunos pasan sus vidas tratando de ayudar a otros que están dañados; y luego están aquellos cuya mayor preocupación es evitar más daño, a cualquier costo. Y ésos son los implacables, y de los que hay que tener cuidado”. Y agrega: “Y eso es una vida, ¿no es verdad? Algunos logros y algunas decepciones”.

Es un libro con asomo de ensayo, algo muy propio del Barnes escritor que ya novelas como “Una historia del mundo en diez capítulos y medio” ya había hecho. Este estilo junto con los esbozos de novelas literarias como el “Loro de Flaubert” o “George and Arthur”, suelen ser habituales en él. Su micro literatura en relatos como la “Mesa de limón” muestra al Barnes más literato que ensayista.

            Esta novela dedica varias páginas a reflexiones sobre el pasado, el futuro, las acciones que uno protagoniza, las decisiones que uno no toma. El protagonista reconoce que es posible ser nostálgicos sobre penas recordadas, así como placeres recordados. Pero lo que lo perturba es la sensación de no poder ser coherentes o no poder tener un punto de apoyo respecto a nuestra propia vida:  “Pensé… que podía volver al inicio y cambiar las cosas. Que podía hacer que la sangre retrocediera en su flujo”.?”.